Un mensaje especial para ti en este último día de Janucá.
Esta noche es la última de las 8 noches de Jánuca. Conocida como la “Fiesta de las Luces”, tiene profundas raíces proféticas porque van más allá de su contexto histórico. Este evento celebra no solo la victoria de los macabeos sobre los griegos, sino también el triunfo de la luz espiritual sobre la oscuridad.
En el pensamiento de la literatura apocalíptica del Segundo Templo, Janucá es un momento de elevación de la conciencia y de conexión con la luz infinita de Hashem reflejada en el alma de Mashiaj . La luz de las velas de Janucá representa la Or Ein Sof (la Luz Infinita), que descendió al mundo físico, facilitando así la capacidad de iluminar incluso los espacios más oscuros de nuestra vida y del universo. Encender las luces cada noche, incrementando su intensidad, refleja el principio Netzarita de que en lo espiritual siempre se busca elevarse y nunca retroceder. Aumentamos la santidad, no disminuimos, aumentamos la conciencia de Mashiaj, no rebajamos.
El aceite que duró milagrosamente siete días es también como una metáfora del alma. Así como el aceite siempre asciende y no se mezcla con otros líquidos, el alma del ser humano aspira constantemente a lo celestial.
El número ocho, además, trasciende los ciclos naturales (simbolizados por el número siete, que representa la perfección de la creación) y conecta con lo milagroso, lo que trasciende lo natural y te lleva a un nivel por encima de las leyes de la naturaleza. En términos de eso que fue llamado por nuestros tanaitas, “La sabiduría oculta”, Janucá está asociado con la emanación de la humildad y el reconocimiento de la grandeza divina, y con la conciencia del fundamento que conecta lo “que está arriba con lo que está abajo” (Efesios 1/13,14) acercando el plano celestial superior con el plano terrenal. La acción de encender las velas simboliza la manifestación de esta energía divina en nuestro mundo físico, con la cual podemos envolvernos para encender el alma interior.
Finalmente, amigos, el milagro de Janucá nos recuerda que dentro de cada uno de nosotros hay una pequeña llama: ניצוץ של נשמה nitzotz shel neshama (chispa del alma), que nunca puede ser apagada, sin importar cuánta oscuridad la rodee. Janucá nos invita a revelar esta chispa, permitir que crezca, y difundir su luz del Mashiaj al mundo, cumpliendo así con nuestra misión espiritual.
Que esta noche, al encender la última luz de este año, sea un tiempo para la introspección, el agradecimiento y la re-dedicación, no solo del Templo físico que fue purificado en aquellos días, sino del atrio interior que llevamos dentro de nosotros, porque como han dicho nuestros sabios de bendita memoria, “Somos Templo de la Shejiná”. ¡Feliz última noche de Jánuca!
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