“El león, fuerte entre todos los animales, que no vuelve atrás por nada...” Proverbios (Mishlé) 30:30
Un rugido en las consonantes-vocales estremece este Mishlé, que parece retumbar este plano y los otros planos etéreos, que desconcertados resuenan en el extrapolado firmamento de preguntas: ¿Qué pasa? ¿Quién es ese que ruge como rey, sin temor alguno?
Respuesta que pondremos en un compás de espera de 180 grados (18 en hebreo es igual a vida, igual a 9, el número infinito perfecto el cual ningún número resiste su presencia ya que al multiplicarlo y sumarlo por cualquier número su resultado siempre será 9). Antes daremos un pequeño vistazo a las características de este enigmático, conspicuo, temible y respetado animal salvaje, conocido como el “rey de la selva”.
Los antepasados de los leones aparecieron hace 41 a 59 millones de años y de ellos derivan el jaguar, el tigre, el leopardo y el león. Todas las cuatro especies de género, cuyo nombre científico es pantera leo. La humanidad desde tiempos ancestrales ha visto en el león un símbolo de nobleza, ferocidad, valentía y masculinidad.
El león tiene un impresionante rugido que se puede escuchar a millas de distancia, y sin rugir puede amedrentar a cualquier intruso. Ningún otro animal puede alcanzar la potencia de este felino.
El calificativo de “rey de la selva” se debe a la capacidad para organizar y controlar la manada, su melena y su fuerte rugir le dan el honor de rey; su belleza y elegancia al desplazarse lo confirman.
Las leonas son las encargadas de la cacería y de alimentar a las crías. La función del macho es proteger a la manada de otros depredadores, bien sea de la selva o en las sabanas donde también habitan. Otra de las características resaltantes del león, es que la leona se queda con la misma manada toda su vida, mientras que el león se va después de madurar. Va a competir y ganar el honor de dirigir una nueva manada.
El león suele cazar de noche o temprano en la mañana ya que los ojos de los leones se adaptan fácilmente en pocas condiciones de luz. Por lo tanto, desplazarse entre las sombras nunca es un problema, la oscuridad está bajo su control.
Desde la antigüedad la realeza ha tomado al león como símbolo de poder. Por ejemplo: El trono del Rey Salomón tenía dos cabezas de león a cada lado y las patas del trono eran sus garras. También ha sido usado en monedas, escudos, espadas, banderas, etc. Sobre todo, en la edad media es donde la presencia iconográfica del león la podemos ver más enfatizada.
Este Mishlé nos lleva a una ancestral reflexión que extrapola los tiempos generacionales proféticos, donde encontramos una rara pero estrecha sinonimia entre el león y el León de la tribu de Judá. Comencemos con el pilar de la profecía que anuncia que el Mashiaj de Israel debe pertenecer a la tribu de Judá, como está escrito en la Tora.
“Judá, a ti te alabarán tus hermanos. Tu mano estará sobre la cerviz de tus enemigos; ante ti se postrarán los hijos de tu padre. Cachorro de león es Judá; de la presa, hijo mío, te libraste. Se echa y yace como león, y como león ¿Quién lo levantará? No se apartará de Judá el cetro, ni la vara de mando de entre sus pies hasta que venga Shiló (el reino del Mesías) y a él seguirá la reunión de los pueblos. El atará a la vid su pollino, y a la parra el hijo de su asna; lavará en vino su vestido, y en sangre de uvas su manto. Rojizos son sus ojos más que el vino, y la blancura de sus dientes más que la leche.” Génesis (Bereshit) 49:8-12
Esta es una de las profecías más poderosas y develadoras que ha acontecido durante el galopar de los siglos milenarios. El Bondadoso y Poderoso Di-s de Israel y de toda la creación creada e increada, prometió a nuestro padre Abraham, a Isaac y a Yaacob que la humanidad plena sería bendecida. El cuarto hijo de Yaacob, Judá, pronunció esta poderosa profecía, una de las más extraordinarias de la Tora, que alude al Mesías esperado; ella nos habla de que el cetro sólo es potestativo para el Mesías descendiente de la tribu de Judá y ningún otro. Este cetro sólo reposará en Judá hasta que venga Shiló, nombre que califica al Mesías y el cual es una contracción hebrea que significa “aquel a quien pertenece el cetro”. Shiló también significa, entre sus múltiples significados, “enviado”, “el que trae paz”. Es aquel que profetiza Isaías (Yeshayahu) 9:6 y a quien llama “Príncipe de Paz”.
Ahora bien, develemos este “parojet” que guarda uno de los misterios más álgidos concernientes al Mashiaj Ben Josef de la Casa de David. Tiempo de escuchar el rugir del “León de Judá” que tanto confirman las Escrituras y otros textos anoréxicos paralelos pretenden ignorar y descalificar. De los más de cuarenta fallidos mesías que han surgido en todo el transcurso de la historia del pueblo de Israel, sólo uno prevalece y no en forma “caprichosa o religiosa”, sino que es el único Mashiaj que califica por probadas razones sustentadas en la historia del pueblo de Israel, en la arqueología, genealogía, la ciencia, tecnología, astrología, gematría y las profecías que son las ÚNICAS que encajan perfectamente con Yehoshúa (El Salvador), cuyo nombre es conocido como Yeshúa, contracción del anterior. Curiosamente en este caso, el nombre Yehoshúa y su contracción Yeshúa ישועה, tienen el mismo valor gemátrico 391, y el valor comprimido es 4. Este número representa la tierra, como también los 4 tzitzit que usan los judíos, tanto en el Talit Katán como en el Talit Gadol, y los 5 nudos de los tzitzit representan los 5 libros de la Tora.
Demos entonces, un vistazo a las EVIDENCIAS IRREFUTABLES que califican al Ribi Yehoshúa HaMashiaj o lo que es lo mismo Yeshúa, como el Mashiaj; y no hay otro candidato que califique porque una simple matemática terrena y celestial no la resisten por falta de axioma o evidencia histórica y profética. Ni siquiera soporta la ley judía, que es precisamente ella en sus estatutos la que confirma que Yeshúa es el Mashiaj... ¡Tú lo sabes! Pero... guardas silencio...
Shiló es uno de los nombres que nuestro pueblo le da al Mesías. Analicemos este nombre (Shiló) שליה tiene un valor gemátrico de 345 y comprimido es 3. Tres es número de pacto, pacto ineludible que el Eterno hizo con Abraham, Isaac y Yaacob. También podemos decodificar que la última letra ה con un valor de 5 nos conduce a los 5 libros de la Tora y la última letra ה completa el nombre inefable encriptado en las tres primeras letras de Yehoshúa יהו) יהושע); es decir, Shiló שליה y Yehoshúa יהושע se juntan y forman UNO.
El valor gemátrico comprimido de Yehoshúa es 4, si lo sumamos con el valor de Shiló que es 3, nos da 7 que nos lleva a los siete brazos de la Menorá, el 7º día Shabat. El 7 representa la plenitud, la asociación con el Eterno, el Pacto de Santidad y Santificación; siete términos para la tierra, siete términos para el cielo. Y si seguimos hurgando en la palabra Shiló שליה, veremos su primera letra ש (Shin) que evoca las mezuzot que están en los marcos de las puertas de cada hogar judío: Shaday שיד “El Todopoderoso”, dicho de otra manera, el Todopoderoso está al “principio o de primero” y la ה de “último”, o lo que es lo mismo la “última” venida del Mashiaj.
Sigamos sumergidos en las aguas vivenciales de la Tora. Herodes no sólo era un hombre malvado, sino que era un paranoico. Por miedo a ser destituido por los sacerdotes descendientes de Aarón, mandó a matar a todos los sacerdotes de los cuales el único que quedó vivo fue Yohanán HaMatbil, hijo del Sumo Sacerdote Zajarías. Yohanán tuvo que esconderse en las cuevas de los Esenios para que no lo mataran. Él pregonaba a los cuatro vientos del “establecimiento del reino”, puesto que esta era justamente la función sacerdotal; hablar del establecimiento del Reino de Hashem aquí en la tierra.
Cuando Yehoshúa baja a las aguas y emerge, Yohanán se acerca a él y susurra a su oído derecho el nombre inefable del Eterno. Según la Halaja el sacerdote debía hacer esto al nuevo sacerdote entrante, en este caso Yehoshúa, y si él aceptaba la investidura como lo hizo, tenía que hacer descender sobre él, una paloma blanca como aconteció, en aceptación de la alianza como está escrito en la Guemará. También esto lo encontramos refrendado en el Asofer HaMaljuti (Código Real):
“Y aconteció que cuando todo el pueblo hacia tevilá, también Yeshúa lo hizo. Y mientras decía la bendición, se rasgó el cielo, y descendió la Presencia Divina sobre él en una forma corporal, como una paloma y se oyó un Bat Kol desde el cielo: “Tú eres mi hijo amado pues en ti me complací”.” Código Real (Asofer HaMaljuti) 3:19-20
Según la Guemará (ley judía) sólo en otoño, después de Sucot, los sumos sacerdotes de Israel hacían el cambio del saliente por el entrante. Esto se hacía para consagrar las próximas siete fiestas del Eterno; el sacerdote que salía, purificaba al que iba a entrar en servicio.
Dice la Guemará: “Que aquel que ocupa el sacerdocio le daré el poder en la tierra y en los cielos”. Le dijo Hashem a Moshe: “Tú serás Elohim para faraón”. Que aquel que sea sumo sacerdote de Israel y ocupe el lugar de Moshe; por lo tanto, será Elohim para el pueblo de Israel; por ello, tiene poder en los cielos y en la tierra, y potestad de romper el Shabat dentro y fuera del templo. (Si la circunstancia lo amerita) El Rabino Jaim Kanievsky dijo y cito: “que en la saliva del primogénito está la salud para los ojos.”
“Yeshúa respondió: ...escupió en tierra, y con la saliva hizo lodo, y le untó sobre los ojos y le dijo: ve y purifícate al estanque de Shiloy (enviado) así que fue y se lavó y regresó viendo.” Juan (Yohanan) 9:6-7
El Sefer Halikutim dice: “Con toda seguridad Yeshúa Nazrá fue el Mashiaj Ben Yosef que el pueblo no lo recibió a causa del sinat jinam (odio gratuito) y lo maldijeron como un bastardo, sin saber que sólo un “bastardo” podía estar delante del sumo sacerdote de Israel. Solo el bastardo podía mirarle a la cara al sumo sacerdote, ni siquiera alguien del pueblo de Israel. Para hacer el traspaso sacerdotal, los dos sacerdotes, el saliente y el entrante debían mirarse a los ojos.”
Acontecimientos secuenciales proféticos se suscitaron con plena exactitud en Eretz Israel, sucesos que descansaron en tiempos aciagos en los umbrales de las voces de los profetas que nunca se apagaron. La Guemará nos habla de la Puerta Dorada, la cual no podía ser abierta por veinte hombres como Goliat. Sin embargo, el 14 de Nissan fue abierta de par en par, cerca de las tres de la tarde, hora del sacrificio en el templo. El aceite del templo fue derramado, y el incienso apagado. Los sacerdotes pagaron a testigos falsos para que dijeran que nunca jamás la puerta fue abierta. La puerta oriental únicamente podía ser abierta por el Sumo Sacerdote de Israel o por el Rey Mashiaj (el cual tenía ambos roles: el de Sumo Sacerdote y el de rey Mashiaj). El aceite del templo jamás iba a ser derramado si el Rey Mashiaj no se hubiera manifestado, y tampoco el incienso se hubiera apagado. Pero la Guemará confirma y nos dice; que el aceite fue derramado, el incienso apagado y la puerta abierta de par en par el 14 de Nissan, el día del sacrificio de la Pascua, cuarenta años antes de la destrucción del templo sagrado, año 30, año en que muere Yeshúa y es resucitado por el Eterno. Los candados y todos los fierros cayeron al suelo. Pero, se estaba consolidando el sacrificio, no sólo del templo de piedra, sino en el templo del cuerpo de Yeshúa HaMashiaj, del cual las profecías de todos los tiempos anunciaron.
El Sanedrín 97 dice; “que el Mesías está sentado a las puertas de Roma y ¿Cómo lo han de reconocer? Su carne está partida por causa de nuestras rebeliones.”
“Verteré sobre la Casa de David y sobre los habitantes de Yerushalaim un espíritu de gracia y de súplicas. Mirarán hacia mí preguntando por aquel que traspasaron las naciones, se lamentarán por él, como se lamenta por la muerte de su hijo único, y se amargarán por él, como se siente amargura por la muerte de un primogénito.” Zacarías (Zejarya) 12:10
“He aquí vienen días, dice el Eterno que estableceré de la descendencia de David el brote de un justo, que reinará como rey, tendrá éxito y hará justicia y rectitud en la tierra. En sus días se salvará Yehudá, e Israel morará con seguridad. Este es su nombre con el que lo llamarán: EL ETERNO ES NUESTRO JUSTIFICADOR. Por eso, he aquí vienen días, dice el Eterno, que no se dirá más: ¡Vive el Eterno, que ha hecho subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto! Sino que se dirá: ¡Vive el Eterno que ha hecho subir, y que trajo a la descendencia de la Casa de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras a las cuales fueron desterrados allí, y habitaron en su tierra!” Jeremías (Iermeia) 23:5-8
El león de la tribu de Judá, de la raíz de David, Yehoshúa HaMashiaj despertó y ruge, ruge, ruge
para ser escuchado hoy, hasta los confines de toda la creación...
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