“Cuida mis preceptos y vive, y a mi ley cuida como la pupila de tus ojos.” Proverbios (Mishlé) 7:2
Los tesoros del Reino de los Cielos reposan en las sapienciales páginas de la Tora, que transforma lo ordinario en extraordinario; la maledicencia en benevolencia; la oscuridad en luz; la cobardía en valentía; y la debilidad en el Perfecto Poder de Di-s. Todavía resuena en nuestros oídos esta hermosa comisión milenaria, voz de siglos que llama a arropar Su Palabra y librarla de la andrómina y gélida indiferencia de un mundo que neciamente se autocalifica agnóstico.
Como bálsamo a la vida son los preceptos y las mitzvot del Eterno; cuando la Palabra de Elohim entra por nuestros sentidos, esta viaja por todos los sistemas del cuerpo humano. Y como ríos de agua viva, las aguas naturales y espirituales estancadas por causa de la enfermedad, comienzan a moverse nuevamente limpiando toda impureza. Ella, la Palabra, inicia el mover de la vida y todo lo que consigue en el recorrido lo transmuta; es allí donde comienza su trabajo sanador que va más allá de nuestro entendimiento, nuestro conocimiento, y más allá de este mundo. La energía de la Shejina de Hashem está viva y diseminada en cada sonido de las letras de la Tora que penetran tu cuerpo y lo sanan, porque Su Palabra ha sido forjada con el fuego del Trono del Aba Kadosh.
En Su infinita misericordia Hashem nos dio a nuestro Santo Ribi Yeshua HaMashiaj para que esos pecados karet que no tienen perdón, fueran redimidos en el madero; por ello, él pagó por todas nuestras enfermedades.
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Di-s y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Isaías (Yeshayahu) 53:4-5
“Y serviréis al Eterno, Di-s nuestro, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y Yo quitaré las enfermedades de en medio de tí.” Éxodo (Shemot) 23:25
Nuestra Avodah Hashem debe ir equipada de celo santo, porque nuestros ojos son la ventana del alma que se asoma para ver el nuevo amanecer y ser testigos de Su gloria. Cuídala como a la niña de tus ojos, entonces podrás ver a lo lejos como el Nazir...
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