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PROVERBIOS: ¡No temas, estoy contigo!

Foto del escritor: Yehoshúa Villarreal Yehoshúa Villarreal
El miedo: una ilusión que no puede superar la fuerza del Eterno.

“No temerás de un miedo repentino, ni de la oscuridad de los malvados cuando llegue… Porque el Eterno estará en tu apoyo, y cuidará tu pie para que no sea apresado.” Proverbio (Mishlé) 3:25-26

 

El miedo es como un espejismo, una ilusión que muestra una realidad “maximizada”, inflada por un efecto óptico en complicidad con nuestra mente, y juntas crean un estadio ilusorio que nos hace “ver” lo que no es; más lo que es, se oculta en un lugar oscuro de la mente. De manera que el miedo se posesiona de nuestro discernimiento y se extiende por todos los órganos, huesos y demás sistemas anatómicos, hasta contaminar nuestra alma.

 

La mente se embriaga de un miedo que provoca el descarrilar del entendimiento y el discernimiento, haciéndolos trastabillar por lugares y terrenos anodinos sin rumbo fijo. Según la óptica científica, el miedo crea un estado ilusorio, donde la refracción astronómica o celeste hace que los objetos astronómicos parezcan más altos sobre el horizonte de lo que realmente están. La refracción terrestre generalmente hace que los objetos parezcan más altos de lo que realmente son, aunque por la tarde, cuando el aire cerca del suelo se calienta, los rayos pueden “curvarse” hacia arriba, haciendo que los objetos parezcan más bajos de lo que realmente son. Este fenómeno del sol, la luna y las estrellas hace que se vean siempre por encima de su posición real y por eso se denomina en astronomía a la posición de los astros, posición aparente o posición real, un ejemplo de ello es el eclipse Selenelion, un falso amanecer, o un falso atardecer.

 

Si seguimos navegando en las aguas de la ciencia, ella nos mostrará cómo el miedo cauteriza, seca, el entendimiento-conocimiento por causa de una ilusión que penetró por vez primera en miríadas de siglos al planeta tierra atraído y desatado por la primera pareja de la creación: Adam y Java.

 

“Oí tu voz en el huerto y tuve miedo.” Génesis (Bereshit) 3:10

 

El miedo no fue parte del plan Divino, sino que fue generado por una mala y lamentable decisión que afectó hasta hoy día a toda la creación, en especial al factor humano… Por ello, la raíz del miedo son las emociones mal canalizadas, donde permitimos que ellas direccionen nuestras vidas de un falso conocimiento enajenado, tan solo por lo que vemos o sentimos sin un sustento lógico o científico, cargada de evidencias sustantivas que al final del día le den peso específico a un análisis cualitativo y cuantitativo con la capacidad de darle sentido contundente y evolutivo a nuestras vidas.

Por lo tanto, el miedo no debe tener sustento en nuestras vidas, ya que es anómalo en nuestra existencia y él no está y nunca estará por encima de nuestro Ayudador: el Eterno, el Dador y Cuidador de nuestra existencia.

 

El miedo es un obstáculo para el conocimiento. Dijo el premio Nobel de química; Jean-Marie Lehn, que este miedo “viene dado por el desconocimiento”, ya que cuando desconocemos algo, intentamos protegernos.

 

Dice el libro de la ciencia de las ciencias:

 

“Y se levantó de mañana, y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío!. ¿Qué haremos? Él le dijo: No tengas miedo, porque son más lo que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: te ruego, oh Eterno, que abras sus ojos para que vea. Entonces el Eterno abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo al Eterno, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo.” 2da. Reyes (Melajim) 6:15-18

 

“Shalom os dejo, y mi Shalom os imparto. Yo os la doy, no como esta edad presente la concibe. No se confunda vuestro corazón ni tenga miedo.” Juan (Yohanan) 14:27

 

“Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! Pues antes de ahora no fue así.” 1 Samuel (Shemuel) 4:7

 

“Elohim peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.” Éxodo (Shemot) 14:14

 

“Y vosotros habéis visto todo lo que el Eterno vuestro Dios ha hecho con todas estas naciones por vuestra causa; porque el Eterno vuestro Eloah es quien ha peleado por vosotros.” Josué (Yehoshúa) 23:3

 

¿Dónde y cuándo nace el miedo? ¿Y, qué es el miedo?

El miedo se remonta al principio de la creación y nace como consecuencia de un mandato divino que la primera pareja quebrantó. En el sexto día de la creación es creada la pareja de Adam y Java; como es sabido, esta pareja quebrantó el mandato divino que era la prohibición de tomar del fruto del árbol que encierra los misterios del bien y del mal, dando paso a tal aberración, al nacimiento fortuito del espíritu de miedo.     


Nos encontramos con la palabra hebrea PAJAD (miedo), dicha palabra tiene un valor gemátrico de 2 que mimetiza el mundo de abajo y el mundo de arriba; al hombre y la mujer; a Di-s y al hombre; también representa la letra hebrea ב (Bet) cuyo valor gemátrico es 2; de igual manera es la primera letra con que comienza la primera palabra de la Tora: “Bereshit”.


Esta letra ב (Bet) significa dualidad y división (lugar donde se cuela el miedo); contraste o emparejamiento de opuesto. Encontramos también en este breve análisis una simbiosis: hombre físico y hombre espiritual, es decir, cuerpo-alma.


Mientras que, por otro lado, fue justamente el sexto (6) día que el Eterno creó al hombre y la mujer, por lo tanto, la palabra AMITZ (valiente) cuyo valor gemátrico es 6, emula la valentía insuflada en esta icónica pareja milenaria como fue creada en el diseño original.

 

Que el miedo no te intimide, porque el Eterno siempre está y estará contigo. Que tu mente sea el sembradío donde el Todopoderoso deposite una semilla, un pensamiento Suyo en cada surco de tu mente. Entonces este germinará en la equidad de la vida eterna, que no se marchita, sino que germinará por los siglos de los siglos, donde tú mismo recogerás esa cosecha, y las aguas eternas, nunca te faltarán...


 

 

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