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Un proverbio: palabras del Beso

Foto del escritor: YehoshĂșa Villarreal YehoshĂșa Villarreal
“Los labios serán besados del que conteste palabras adecuadas.”
Proverbios (Mishlé) 24:26

La puerta de tus labios se entreabre para dejar escapar el sonido taciturno de tu voz con alas de campanillas de luna llena en cuarto creciente, donde se convoca un encuentro con el amor que trae alimento innominable e indeterminado a los enamorados...


El soplo del tallador de los vientos incircunscriptos cuando insuflĂł aliento de criatura; cada una recibiĂł respiro de vida plena, pero cuando el beso del amor se hace presente y la voz clama, su otra parte de vida; los labios se atraen como el que busca respiro en su Ășltimo aliento; la suavidad de ese beso ancestral se vuelve uno, como UNO es AquĂ©l que cabalga sobre los lomos de los cuentos no contados...


Las bocas que dejan escapar grĂĄciles palabras de los ayeres y los hoy, modelan con arcilla de sabidurĂ­a para unirse en aliento con el otro soplo, dando paso al renacer de dos mundos que se vuelven UNO con el universo impredecible del cĂłncavo y convexo.


El aliento se teje a la vida de otra vida; la vida del amor que no desfallece ni se rinde ante la hojarasca de un tormento, en medio de la tormenta. El beso es la Ășnica conexiĂłn que no declina, porque el beso fue creado y modelado con el fuego del altar de los tiempos que no se desvanecen ni decrecen, porque el fuego viene del mismo que es fuego ensordecedor inagotable y puro. AquĂ©l que soplĂł en ti y en mĂ­ un dĂ­a, y separĂł tu otra parte para reencontrarse en un eterno y apasionado beso y trae consigo los recuerdos no vividos que no se marchitan con el paso y el mover de los dĂ­as que viajan sobre el corcel invisible que nadie sabe de dĂłnde viene, ni a dĂłnde va...


Oh, tu voz que nace de las entrañas del alma, retumba en mis oídos como latido de corazón eclipsado del enamorado que te busca por doquier, aunque no te pueda ver. Levåntate alma mía porque la mentira no crece por el peso de la verdad. La verdad es como el círculo, parece alejarse, pero regresarå y se posarå frente a ti; presente, aunque esté ausente...


Canta, canta ruiseñor porque ha llegado el amor, él es como el unicornio que se entregó en inmolación, para cubrir con su piel multicolor el Gran Templo con los colores de la creación. Su cuerno hecho con el cristal de las lagrimas del canto de los inocentes, apunta día y noche a los cielos para recordar a toda la creación que no existen lagrimas eternas; ellas se transforman en la mås exquisita y gråcil mariposa que escapa de la oquedad y la soledad de la oruga inclemente.


Tus labios carnosos me recuerdan que mientras tenga cuerpo con arquitectura ósea del polvo de la tierra, la fragilidad me acompaña. Pero cuando modele los cånticos aromåticos y cromåticos con la belleza de tu voz, hecha de palabras inmortales, entonces mi cuerpo serå puro fuego como el ave fénix, levantarå en vuelo por los antares de la creación sin que este se apague. 


“Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores; sus labios, como lirios que destilan mirra fragante” Cantar de los Cantares (Shir Hashirim) 5:13


Vuela, vuela, amada mĂ­a, porque quiero alcanzarte y besarte para aplacar mi sed con el manantial de tus besos. No me dejes, porque un beso tuyo encenderĂĄ mi voz oculta en el silencio de un dĂ­a sin luz...


“¡Oh, si Ă©l me besara con besos de su boca! Porque mejor son tus amores que el vino.” Cantar de los Cantares (Shir Hashirim) 1:2


Ahora bien, volvamos al proverbio que nos atañe. Esta estructura gramatical nos asoma un incremento de valores que acontecen a travĂ©s de los dichos de nuestra boca, de ellos depende el crecimiento o decrecimiento del individuo con respecto al hecho moral, emocional, social y espiritual. Esto nos lleva a encontrar una interesante analogĂ­a del cĂłmo los “decires” de nuestros labios se alimentan para bien o para mal, de las palabras correctas o incorrectas que decidamos expresar. Ambas circunstancias estarĂĄn cargadas de energĂ­as que se asocian a nuestras vidas capaces de trascender mĂĄs allĂĄ de este mundo tangible y penetrar en los mundos donde el Libro de las Luces (la Tora), nos brinda una serie de acontecimientos que nos inducen y nos conducen mediante pistas, para penetrar a esos mundos de cĂłdigos ancestrales presentes y futuros, que nos llevan a poder decodificar los laberintos vivenciales de los pasajes y senderos de la Tora. De tal manera que queda refrendado en este libro de cĂłdigos eternos, que el buen decir no sĂłlo embellece y le da sabidurĂ­a al individuo, sino que el cielo y Hashem mismo, entran en escena para llevarte a lugares que nunca imaginaste y experimentar el acto mĂĄs sublime que ser humano pueda vivenciar. 


Lo veremos en este Midrash que habla de la muerte de Moshe y de cĂłmo el propio Hashem intervino para derramar todo Su amor en Ă©l. ÂżY como un “simple beso” puede alcanzar estĂĄndares de vida mĂĄs allĂĄ de la vida en vida?


Dice el Midrash: en el tiempo del fallecimiento de Moshe Rabenu, el Eterno quiso mostrar a Su ejército celestial la majestad y sabiduría que había puesto en este hombre de Di-s. Al instante llamó al ångel Gabriel y le ordenó: 


- “Ve y tráeme el alma de Moshe” 

- A lo que el ángel replicó: “Amo del universo, ¿cómo puedo provocar la muerte de un ser humano que equivale a seiscientos mil judíos?”

- “Ve tĂș entonces” ordenĂł Hashem a Mijael.

- “No puedo soportar verlo morir”, respondiĂł Mijael. “Yo solĂ­a ser su maestro (Mijael es el ĂĄngel de la misericordia, el que le enseñó a Moshe a defender a los judĂ­os).

Entonces el Todopoderoso recurrió a Samael (que es Satån); 

- “Ve y tráeme el alma de Moshe.”   

Samael tomĂł su espada (el espĂ­ritu de tuma-impureza con el cual esperaba derrotar la santidad de Moshe) y bajĂł rĂĄpidamente hacia Moshe. Lo encontrĂł escribiendo el Nombre de las cuatro letras de Hashem en un Sefer Tora todavĂ­a incompleto. El rostro de Moshe brillaba como el sol y se asemejaba a uno de los ĂĄngeles. Samael se asustĂł de Moshe.

- “NingĂșn ĂĄngel puede llevarse el alma de Moshe”, pensĂł. ComenzĂł a temblar y no fue capaz de emitir palabra. Pero Moshe se habĂ­a apercibido de la presencia de Samael aĂșn antes de que el ĂĄngel se revelara.

- “TĂș maldito, ÂżquĂ© estĂĄs haciendo aquĂ­? PreguntĂł Moshe severamente. Samael se armĂł de coraje y contestĂł:

- “Vine a llevarme tu alma”.

- “¿QuiĂ©n te enviĂł?” preguntĂł Moshe.

- “El Creador de todo”, respondió Samael.

- “Ciertamente Él no quiere que tĂș te lleves mi alma, mĂĄs bien Él desea que yo te derrote”, dijo Moshe.

- “Yo me llevo las almas de todos los seres humanos”, insistió Samael, “esta es la ley natural del universo”.

- “Pero yo no estoy sujeto a las leyes de la naturaleza”, insistiĂł Moshe. “Yo soy el hijo de Amram. Soy sagrado desde mi nacimiento, ya que nacĂ­ circuncidado y por eso no fue necesario hacerme el Brit MilĂĄ. Pude hablar y caminar desde el dĂ­a de mi nacimiento (como Adam antes de pecar). Cuando tenĂ­a tres años profeticĂ© que recibirĂ­a la Tora. (Por esa razĂłn Moshe se negĂł a tomar la leche de una egipcia cuando la hija de faraĂłn lo encontrĂł). Siendo un niño en el palacio de faraĂłn, le quitĂ© a este la corona de su cabeza (señal de la futura caĂ­da del faraĂłn). Cuando cumplĂ­ los ochenta, Di-s realizĂł muchos milagros en Egipto por mi intermedio y saquĂ© seiscientos mil judĂ­os en pleno dĂ­a ante la mirada de los egipcios. DividĂ­ el mar en doce partes. TransformĂ© aguas amargas en dulces. Yo residĂ­ en el firmamento, discutĂ­ con los ĂĄngeles que no querĂ­an entregar la Tora de fuego, y permanecĂ­ cerca del Trono Celestial de Gloria para conversar con el Todopoderoso cara a cara. Yo entregue la Tora y los secretos de los ĂĄngeles a la humanidad. LuchĂ© contra los poderosos gigantes SijĂłn y Og que habĂ­an sobrevivido al diluvio. Hice detener al sol y a la luna durante la batalla y yo mismo eliminĂ© a SijĂłn y a Og. ÂżCuĂĄl otro de los humanos serĂ­a capaz de hacer esto? Por eso la “ley natural” que te permite llevar el alma humana no aplica a mi persona.”

Samael volviĂł a Hashem reconociendo su derrota. Hashem ahora le confiriĂł mĂĄs fuerza y le ordenĂł volver hacia Moshe. (Di-s querĂ­a que Moshe lograrĂĄ una victoria aĂșn mayor sobre el SatĂĄn).

Samael revoloteĂł sobre la cabeza de Moshe y desenvainĂł su espada. Moshe golpeĂł al ĂĄngel con todas sus fuerzas con la vara sobre la cual estaba grabado el Nombre de Di-s. Samael huyĂł. Moshe lo alcanzĂł y lo encegueciĂł con rayos de gloria que emanaban de su rostro.

- Una voz celestial proclamó: “¡Ha llegado el momento de tu muerte!”

- “Por favor no me entregues al ĂĄngel de la muerte”, le rogĂł a Hashem, Moshe. “Recuerda como te servĂ­ en mis años mozos, cuando TĂș mismo te revelaste ante mĂ­ en la zarza y cuando estuve en el Har SinaĂ­ durante cuarenta dĂ­as y cuarenta noches y trabajĂ© arduamente para aprender Tora.”

- “No temas”, proclamĂł la Voz celestial. “Yo mismo me ocuparĂ© de ti”.

Moshe se levantó y se preparó para la muerte santificåndose como uno de los ångeles. Hashem descendió junto a los ångeles Mijael, Gabriel y Zagzagael. Mijael preparó el lecho de Moshe; Gabriel extendió un paño de lino sobre su cabeza; y Zagzagael otro paño sobre sus pies.

El Todopoderoso dijo: 

- “Moshe, cierra tus ojos”. Moshe así lo hizo. 

- “Coloca las manos sobre el pecho”, ordeno el Todopoderoso. Moshe obedeció.

- “Junta los pies”, Él ordenó. Moshe obedeció.

Hashem requirió al alma de Moshe: 

- “Hija mĂ­a”, dijo Él al alma, “planifiquĂ© que permanecieras en el cuerpo de Moshe durante ciento veinte años. Ahora lo debes abandonar, no te demores”.

El alma respondiĂł:

- “Amo del universo, ¿acaso hay un cuerpo más puro que el de Moshe? Yo lo amo y no deseo abandonarlo”.

- “Yo te abastecerĂ© con los ĂĄngeles bajo mi trono celestial”, prometiĂł Hashem.

- “Es mejor para mĂ­ permanecer en el cuerpo de Moshe que mezclarme con los ĂĄngeles”, protestĂł el alma. “Él es puro como un ĂĄngel, a pesar de que vive en la tierra; por otra parte, TĂș una vez le permitiste a dos ĂĄngeles, Uza y Azael, vivir entre los humanos y se corrompieron, Moshe no conviviĂł con su mujer desde el dĂ­a en que TĂș le hablaste desde la zarza. Por favor, dĂ©jame en el cuerpo de Moshe”.

Luego de escuchar al alma (neshamĂĄ) atestiguar acerca de la pureza del cuerpo de Moshe, Hashem besĂł a Moshe. El alma experimentĂł el irresistible placer de la Presencia Divina (que fue aĂșn mayor que el placer de estar en el cuerpo de Moshe) y retornĂł con el Eterno. 


“Mis labios serĂĄn besados del que contesta palabras adecuadas.” Proverbios (MishlĂ©) 24:26


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