Las cualidades del hombre determinan el curso de su vida y él puede hacer públicas, de diversos modos, sus virtudes porque está constituido por ellas.

“El que me OYERE morará con seguridad, y apacible, sin miedo del mal.” Proverbios (Mishlé) 1:33
Los clásicos Carlyle y Emerson nos hablan de la análoga vida del ser humano, por indescriptible que sea no puede concebir una vida terrena separada de lo espiritual; lo vemos en la obra: “De los héroes hombres representativos”. Y cito: “La posibilidad de interpretación reside en la identidad del observador con lo observado. Cada cosa material tiene su lado celestial; se traslada a través de la humanidad, a la esfera espiritual y necesaria, donde desempeña un papel tan indestructible como cualquier otro. Y todas las cosas ascienden continuamente a esos sus fines propios. Los gases se concentran en el firmamento sólido; la partícula química llega hasta la planta y crece; llega hasta el cuadrúpedo y anda; llega hasta el hombre y piensa… Solo el semejante conoce al semejante. El hombre conoce las cosas porque forma parte de ellas. El hombre, hecho del polvo del mundo, no olvida su origen, y todo lo que es aún inanimado hablará y razonará algún día. La naturaleza inédita publicará todo su secreto.”
Obviamente, nada está separado de nada, aun de la nada…
Por lo tanto, en este proverbio: “El que me oyere…” nos llama a reflexión, nos condiciona a apelar por el sentido de la audición como recurso condicional del “escuchar”, y nos dice que si entramos al mundo del sonido resurgirá la valentía frente al miedo y la apacibilidad de la paz (shalom) descansará en todo territorio que piséis, y el mal no se enseñoreara porque la Palabra descansará en tu mente, y ella resonará en tus tímpanos como campanas que anuncian el bienestar de un nuevo día, como árbol bien plantado te cargarás de frutos y serás alimento y sombra para el perdido.
Ahora bien, pasemos a refundir este sentido de la audición, por qué es tan importante para el libro de los sueños despiertos, donde el oír trasciende las fronteras más inverosímiles que se conectan con el territorio de los imposibles. Una de las oraciones más poderosas es la que los hijos de Ya'acob invocaron frente a su padre, para confirmar al Eterno como único y UNO, como UNO es el universo. “SHEMA ISRAEL, ADONAY ELOHEINU ADONAY EJAD”. Todo judío al levantarse, al acostarse y hasta el último aliento de vida lo recita para despedirse de este mundo con la venia del Ruaj HaKodesh. Entonces, ¿por qué este sentido es uno de los cinco sentidos más importantes, sin desmerecer los sentidos de la vista, tacto, olfato y gusto? Primero veamos que nos dice la ciencia con respecto al funcionamiento del oído. Según la neurología, el cerebro tarda una décima de segundo (0,1) en reconocer las emociones en el tono de voz.
Tan solo hace falta una décima de segundo para que el cerebro reaccione a las emociones de la voz, y reaccionamos a la misma velocidad, tanto si oímos voces o sonidos de enfado, como risas o llantos desesperados. Aquí vemos como nuestros oídos y nuestros cerebros trabajan conjuntamente para que podamos escuchar el mundo que nos rodea. Estas ondas que viajan por el aire llegan al tímpano, pasan por el oído medio, llegan al oído interno y finalmente el nervio auditivo envía el sonido a nuestro cerebro.
El recorrido que tarda el sonido en viajar a través del oído hasta ser decodificado por el cerebro es de 1/10 (una décima de segundo). Este sencillo, pero contundente ejemplo científico nos lleva a dilucidar que una décima nos da ejemplo connotativo que encierra dos grandes señales que evidencian la dualidad que nos muestran la intervención Divina del Eterno, para dejarnos ver lo que a simple vista no se puede captar. 1/10 alude a los Aséret Hadibrot (los diez mandamientos), como también nos lleva a la negociación o planteamiento que le hacía Abraham a Hashem, anteponiendo a los hombres justos, hizo varios intentos matemáticos para que perdonara a Sodoma, pueblo que estaba descarriado. El Eterno pacto con Abraham, el cual le dijo: que por diez justos no arrasaría esta ciudad. A partir de entonces, las sinagogas requieren de diez judíos para sacar la Tora.
Sigamos desempolvando estas claras evidencias de la Shejina del Eterno imbuida en estas matemáticas trascendentales. Como dijimos antes, la velocidad del sonido que viaja a través del oído hasta el cerebro es de una décima de segundo 1/10 = 0.1 encontramos aquí, una vez más, la huella de que el Eterno es EJAD (UNO - ÚNICO)
Pero, aún hay más. Oído u oír en hebreo es:

Con un valor gemátrico de 5, y este valor alude a los cinco libros de la Tora y a los cinco sentidos del ser humano. Esto nos muestra una vez más que el Eterno está en todo sentido, en todos los órganos, en todo el cuerpo físico, en todo el cuerpo espiritual, en todo el universo y toda la creación, sin excepción…
El oír es uno de los dones más elevados, ¿por qué? Porque aquel que escucha lo sabrá todo, y por ende podrá ejercer lo escuchado. Tan poderoso es, que el mismo Yehoshúa el Mashiaj, lo puso en práctica, dándole el resultado más contundente, tan efectivo, que conseguía conectar los cielos con la tierra y a su vez lo enseñaba a sus discípulos:
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según OIGO así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.” Juan (Yohanan) 5:30
El escuchar y obedecer son los más altos estándares de poder que ser humano pueda blandir en este plano físico y el plano espiritual, donde el mismo infierno no tendrá lugar, ni nada contra ti, porque el Eterno va delante y pelea por ti…
¡Sabiduría, es la valija del buen oidor!
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